jueves, 15 de enero de 2009

DON JUAN

-El poder reside en el tipo de conocimiento que uno posee. ¿Qué sentido tiene conocer cosas inútiles? Eso no nos prepara para nuestro inevitable encuentro con lo desconocido.

-Nada en este mundo es un regalo. Lo que ha de aprenderse debe aprenderse arduamente.


-Ocuparse demasiado de uno mismo produce una terrible fatiga. Un hombre en esa posición está ciego y sordo a todo lo demás. La fatiga misma le impide ver las maravillas que lo rodean.


-Enfadarse con la gente significa que uno considera que los actos de los demás son importantes. Es imperativo dejar de sentir de esa manera. Los actos de los hombres no pueden ser lo suficientemente importantes como para contrarrestar nuestra única alternativa viable: nuestro encuentro inmutable con el infinito.



-El hombre tiene cuatro enemigos naturales: el miedo, la claridad, el poder y la vejez. El miedo, la claridad y el poder pueden superarse, pero no la vejez. Su efecto puede ser pospuesto, pero nunca vencido.

-Un guerrero sabe que es sólo un hombre. Su único pesar es que su vida es tan corta que no le permite asir todas las cosas que quisiera. Pero, para él, eso no es un problema; es sólo una lástima.


-Sentirse importante lo hace a uno pesado, torpe y banal. Para ser un guerrero se necesita ser liviano y fluido.


-Cuando un guerrero aprende a ver, ve que un hombre, ya sea mendigo o rey, es un huevo luminoso, y no hay manera de cambiar nada; o mejor dicho, ¿qué podría cambiarse en ese huevo lumi­noso? ¿Qué?


-Un guerrero nunca se preocupa de su miedo. En vez de eso, ¡piensa en las maravillas de ver el flujo de la energía! El resto son adornos, adornos sin importancia.


-Un guerrero piensa en su muerte cuando las cosas pierden claridad. La idea de la muerte es lo único que templa nuestro espíritu.


-Un guerrero, primero debe saber que sus actos son inútiles y, a pesar de ello, proceder como si no lo supiera. Ése es el desatino controlado del cha­mán.



-Un guerrero vive de actuar, no de pensar en actuar ni de pensar qué pensará cuando haya actuado.



-Un guerrero no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni patria; sólo tiene vida por vivir y, en tales circunstancias, su único vínculo con sus semejantes es su desatino controlado.



-No hay vacío en la vida de un guerrero. Todo está lleno a rebosar. Todo está lleno a rebosar y todo es igual.


-El hombre corriente se preocupa demasiado por querer a otros o por ser querido por los de­más. Un guerrero quiere; eso es todo. Quiere lo que se le antoja o a quien se le antoja, sin más, por­que sí.


-Un guerrero acepta la responsabilidad de sus actos, hasta del más trivial de sus actos. El hombre corriente actúa según sus pensamientos y nunca asume la responsabilidad por lo que hace.


-El hombre corriente es o un ganador o un per­dedor y, dependiendo de ello, se convierte en perseguidor o en víctima. Estas dos condiciones prevalecen mientras uno no ve. Ver disipa la ilusión de la victoria, la derrota o el sufrimiento.


-Negarse a sí mismo es una entrega. Entregarse a la negación es, con mucho, la peor de las entregas; nos fuerza a creer que estamos haciendo algo valioso, cuando de hecho sólo estamos fijos den­tro de nosotros mismos.


-Cada pizca de conocimiento que se convierte en poder tiene a la muerte como fuerza central. La muerte da el toque definitivo; todo lo que la muer­te toca, en verdad se vuelve poder.

«-La muerte es un remolino; la muerte es una nube brillante en el horizonte; la muerte soy yo hablándote; la muerte sois tú y tu cuaderno de notas; la muerte no es nada. ¡Nada! Está aquí, pero no está aquí en absoluto.



-Casi nunca nos damos cuenta de que podemos suprimir cualquier cosa de nuestras vidas en cualquier momento y en un abrir y cerrar de ojos.


-Uno no debería preocuparse de tomar fotos o de hacer grabaciones. Ésas son superficialidades propias de vidas ociosas. Uno debería preocupar­se del espíritu, que siempre es huidizo.



-Un guerrero no necesita historia personal. Un día descubre que ya no le es necesaria, y la abandona.


-Cuando nada se da por cierto permanecemos alerta, permanentemente de puntillas. Es más emocionante no saber detrás de qué matorral sal­tará la liebre que comportarnos como si lo supiéramos todo.


-Mientras un hombre siente que lo más impor­tante del mundo es él mismo, no puede apreciar verdaderamente el mundo que lo rodea. Es como un caballo con anteojeras: sólo se ve a sí mismo, ajeno a todo lo demás.


-Un guerrero debe aprender a ponerse al alcan­ce, o fuera del alcance, en el punto justo. Es inútil para un guerrero estar todo el día al alcance sin saberlo, como le es inútil esconderse cuando todo el mundo sabe que está escondido.


-Un guerrero cazador trata íntimamente con su mundo y, sin embargo, es inaccesible para ese mismo mundo. Lo toca ligeramente, permanece el tiempo preciso y luego se aleja velozmente, sin apenas dejar rastro.



-Los actos tienen poder. Especialmente cuando el guerrero que actúa sabe que esos actos son su última batalla. Hay una extraña felicidad ardiente en actuar con pleno conocimiento de que lo que uno está haciendo puede muy bien ser su último acto sobre la Tierra.


-Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo del guerrero. De nada sirve estar triste, que­jarse y sentirse justificado de hacerlo creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le está haciendo nada a nadie, y mucho menos a un guerrero.



-No importa cómo lo hayan criado a uno. Lo que determina el modo en que uno hace cualquier cosa es el poder personal. Un hombre no es más que la suma de su poder personal, y esa suma determina cómo vive y cómo muere.



-Desde el momento en que nacemos, la gente nos dice que el mundo es esto y aquello, y de tal y cual manera; naturalmente, no tenemos otra opción más que aceptar que el mundo es de la forma en que la gente nos ha estado diciendo que es.

-Casi todas las personas que vemos en las calles de una gran ciudad son asi; interiormente vacias, en realidad estan ya muertas.

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